marzo 18, 2025
La prudencia fruto de la experiencia

La palabra prudencia proviene del latín prudentia, que se compone del prefijo pro- (“antes”) y videntia (“visión”, “contemplación”). El pequeño Larousse, por su parte, define la prudencia como “Moderación, cautela en la manera de ser o de actuar». Sensatez, buen juicio”. Esto quiere decir entonces, que los prudentes son personas maduras, con la capacidad de decidir y discernir sobre las mejores decisiones a lo largo de la vida.

Sin embargo, la prudencia no cae del cielo, no se aprende en las aulas del colegio o en la universidad, ni mucho menos es producto de porciones mágicas. El fundamento de la prudencia es el tiempo y la experiencia, porque precisamente con los años, los tropiezos y las confrontaciones amargas y dolorosas de nuestra existencia, enseñan a los seres humanos a volverse prudentes y pacientes. En otras palabras, la prudencia no solo un concepto, sino un estilo de vida, una manera de ser y de actuar.

De aquí la gran importancia de la experiencia en una persona prudente. Por eso, el escritor y filósofo británico, Aldous Leonard Huxley decía al respecto, “La experiencia no es lo que te sucede, sino lo que haces con lo que te sucede”. Es decir, las enseñanzas, el aprendizaje y las actitudes tomadas después de lo que ha sucedido en momentos determinados de nuestras vidas, es lo que verdaderamente se constituye una experiencia. Ya que si no se da ninguna resolución o cambio humano, quiere decir que la persona seguirá cometiendo los mismos errores, porque no hubo lección.

Baltasar Gracián, sacerdote y escritor español, en su libro “El Arte de la prudencia”, expresa lo siguiente: “…si bien se piensa, no hay otro camino sino el de la virtud y la prudencia, porque no hay más buena ni mala suerte que la prudencia o la imprudencia”. De aquí que la vida no es improvisación, no es un chiste, sino procesos vividos y aprendidos. Esto implica dejar la niñez y la actitud de la adolescencia, requiere ir dejando atrás muchas cosas y siendo responsable de lo que se presenta hacia adelante.

Hay que reconocer que los signos de alguien prudente se reflejan en sus acciones, fruto de su experiencia. Es decir, prudente es aquella persona que no toma decisiones a prisa, es quien consulta y analiza con discernimiento el modo de manejar sus afirmaciones o negaciones al momento. En otras palabras, es un ser humano que aprende a mirar el panorama completo antes de mover un pie, porque reconoce que solo se tiene una vida y cada acción humana cuenta en la búsqueda de la felicidad.

En definitiva, hoy por hoy, es un reto vivir la prudencia, aprovechar las experiencias y aprender a reinventarse cada día. Porque cometer errores, equivocarse y fallar en algún instante o momento es fácil, pero madurar y vivir con sabiduría es difícil, ya que implica reconocer que la vida no es un chiste aunque sea interesante bromear y relajarse un poco…

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Fuente: santiagodigital.net

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