abril 20, 2025
Los que dejaron huellas: Piedad Mora Hernández: «Lo importante es el servicio»

Para dar inicio a Los que dejaron huellas en el Pueblo Raro, Pimentel, me sitúo en el apartado más puro y con ribetes sagrados de este proyecto escritural. Decir Piedad Mora Hernández es como repetir aquello que estremecido y emocionado pronunció su primo, el laureado escritor y Premio Nacional de Literatura Dr. Manuel Mora Serrano, de que Piedad era el “Colmo de la solidaridad. Para tratar de sintonizar con tan vehemente verdad, me acojo a su más repetida frase. “En la vida, lo más importante es el servicio”.

Pero aquellos que no saben de qué ser excepcional les hablo, le contaré su historia. María Cecilia Piedad Mora Hernández nació un 15 de abril de 1938 en el municipio de Pimentel. Hija de Ana Ramona Hernández y Benjamín Mora. Desde niña demostraba una inteligencia muy desarrollada y dotes de liderazgo. Concomitantemente, crecía en ella una evidente sensibilidad por las personas sufrientes y en situación de pobreza. Al igual que el maestro de Galilea, Piedad Mora tuvo una opción preferencial por lo más pobres. Para Piedad, durante toda su vida, el servicio significaba lo más importante.

Piedad Mora fue y será una hija singular, pues amaba con filiación devocional a sus padres, a quienes respetó y veneró con la misma candidez de una niña durante el tiempo que le tocó tenerlos a su lado y más allá. Su madre murió a destiempo, producto de una enfermedad terminal y su padre a los 96 años, como consecuencia de las secuelas de un accidente.

Sus estudios primarios los inició en la escuela de La Estancia y los concluyó en la Escuela Agustín Fernández Pérez, que para la época se encontraba en el local que hoy ocupa la Escuela Vocacional. Fue uno de sus primeros maestros el señor Luis Rondón (EPD) y entre sus compañeros de estudio, se encontraba el general Juan Ramón de la Cruz Martínez (EPD). Donde hoy se encuentra la Ferretería de Los Hermanos Vargas hizo el bachillerato en aquella escuela semipresencial, donde tenía que llevar una silla y seguía demostrando sus actitudes competenciales y cognitivas, siendo en todo momento una estudiante destacada en todas las asignaturas, siendo su fuerte Matemática, carrera de la que se graduaría en 1989 con el título de Licenciada en Educación Mención Matemática y Física (UASD).

Empezó como maestra a los 27 años, 1965, y se inició en la comunidad de Buena Vista. Allí fue acogida por los esposos Berto Muñoz y doña Leonta Padilla, pues llegaba para quedarse toda la semana laboral y regresar los viernes a la casa materna.

Por 43 años ejerció el magisterio, y su última función fue ser directora de dos liceos de educación media o secundaria, el Agustín Bonilla donde laboró por más de 25 año y el vespertino Salomé Ureña, del cual fue fundadora y debería llevar su nombre.

Un aspecto muy importante y trascendental en su vida fue su sentido de Dios y su vida consagrada como laica. A pesar de ser poseedora de una belleza física extraordinaria, Piedad Mora nunca se casó, pues desde joven sintió el llamado de su señor Jesucristo y se convenció de que debía responder a este llamado con entrega absoluta, comprometida con su iglesia como agente de pastoral. La canción El galardón, dicho por ella misma, es la que mejor describe su íntima relación con Dios: “Un corazón se dio, se da y se dará para siempre y el galardón será al final, más allá de la muerte”.

Su labor social fue muy amplia e inmensurable; ayudaba a niños pobres a terminar sus estudios y gracias a su motivación y desprendimiento, logró que muchos de ellos se hicieran profesionales en la universidad; pues en el seguimiento nunca faltó el apoyo económico ni espiritual (*Quien escribe es uno de muchos ejemplos). Animó por décadas clubes de ama de casa, contribuyó sustancialmente en la fundación del Centro Promoción Social; logró junto a otros la construcción de un centro comunal y una capilla en la comunidad de La Estancia; donó tierra de su propiedad para que madres solteras pudiesen tener un hogar digno junto a sus hijos. Sus ahijados son incontables, muestras tantas de su apostolado de amor.

Hay que reconocer que su entrega generosa tocaba el corazón de muchas personas en momentos de crisis y desesperación. Sin perderles de vista, les acompañaba con sus dotes de consejos, ayudando en lo espiritual, psicológico y hasta material. Con sabias y efusivas palabras, lograba levantar del suelo, sin importar lo extrema que fuera la situación, a muchos que se creían derrotados y sin esperanzas.

Su meritocracia la llevó a tener un papel protagónico en el adecentamiento y trasparencia del voto en el proceso electoral, al asumir y presidir por más de 20 años la Junta Electoral en este municipio de Pimentel, (1996-2016).

También, se destacó como escritora y publicó su libro Cosas que debe saber un catequista (año 2008).

Asimismo, tuvo la oportunidad de viajar y conocer otras latitudes como Haití, Portugal, España, Italia, Israel, varias ciudades de los EEUU y Canadá

Solo una enfermedad tan terrible como el cáncer de seno, pudo detener los pasos sobre este plano terrenal de un ser humano tan hermoso, cuya vida fecunda es y será un ejemplo y una fuente de luz inagotable. Un triste 14 de octubre del año 2018, pasadas las 9 de la noche Piedad Mora durmió en los brazos del altísimo. Desde entonces, celebramos su vida como un domingo de Resurrección y el mejor homenaje a su nombre es ser una persona de servicio, sensible al dolor ajeno y amante de la paz.

La entrada Los que dejaron huellas: Piedad Mora Hernández: «Lo importante es el servicio» se publicó primero en Periódico EL JAYA.

Fuente: santiagodigital.net

Leer más

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *