
En la historia social de la República Dominicana, han sido muchas las organizaciones profesionales, estudiantiles, sociales y populares que han levantado su voz en defensa de las causas más justas y nobles de la sociedad.
En el devenir del tiempo, gran parte de ellas claudicaron por el influjo de causas multifactoriales como la incapacidad de interpretar correctamente las coyunturas del momento histórico, las desavenencias a raíz de posturas e intereses encontrados, el vicio maldito del clientelismo político y las prácticas divisorias orquestadas maquiavélicamente por los sectores más oscuros y rancios de la oligarquía nacional.
Ante esta realidad dolorosa pero irrefutable, la heroica y combativa Asociación Dominicana de Profesores (ADP), le ha correspondido colocarse en la proa de diversos procesos reivindicativos desde el mismo instante de su alumbramiento en el año 1970 en los fatídicos e infames 12 años del déspota ilustrado, Joaquín Balaguer Ricardo. Esta organización emblemática permeada por un alto sentido de sensibilidad social y responsabilidad democrática ha tenido que llevar sobre sus hombros, la pesada pero noble misión, de defender y preservar una de las columnas más importantes que soportan el peso de la estructura política y social de cualquier pueblo, la educación.
Las calles de nuestra nación han sido el escenario donde la sangre, el sudor y las proclamas han definido las encarnizadas luchas que como sindicato hemos emprendido en contra de gobiernos negadores de derechos, con el único fin de lograr mejores condiciones generales para la comunidad educativa. Conquistas como el otorgamiento del 4% del presupuesto nacional para educación (hoy convertido en el festín de los buitres de emporios privados), la construcción y adecuación de un sinnúmero de centros educativos, los uniformes, el desayuno y el almuerzo escolar (estos dos últimos, aparentemente convertidos más en negocios que en servicios), el nombramiento del personal docente y administrativo, un sistema de pensión y jubilación, seguro médico y ciertas mejoras salariales para sus miembros, han sido solo algunos de los frutos engendrados por la lucha que como sindicato ligado a figuras o escasos grupos cocientes de la sociedad, hemos logrado.
Ante gobernantes indiferentes y perversos, es más que evidente que a los docentes dominicanos nos corresponderá seguir empuñando los lápices como fusiles y los libros como escudo para continuar desarrollando nuestra ardua labor de promover y defender la educación. Y para esto, como gremio debemos de seguir fomentando aquello que nuestro líder Sixto Gabín ha repetido en innumerables ocasiones, ¡Continuar en unidad en medio de la diversidad!, única forma de garantizar nuestra vigencia en un clima turbulento con tantas circunstancias adversas que nos acechan .
En medio de una aparente soledad sectorial y testigos de tantas situaciones incomprensibles, muchos nos preguntamos, ¿Dónde está el compromiso de la clase política con el desarrollo intelectual de los ciudadanos que dirigen?, ¿Qué ha ocurrido con el compromiso social que han de desarrollar, por vocación o por misión, los sectores ligados a la vida religiosa?, ¿Qué otro rol más allá del económico, desempeñan los grupos empresariales dentro de la sociedad?, ¿De dónde han emergido tantos francotiradores que como diría el dirigente popular José Mercado, ataca inmisericordemente las consecuencias de las luchas pero no las causas que la producen?
Estas cuestionantes parece que han quedado respondidas en medio de la batalla que libra el magisterio francomacorisano en pro de que se le respete la vida a los estudiantes, maestros y personal de apoyo que han sido víctimas de intoxicaciones en distintos centros educativos. Ya que solo hemos recibido manifestaciones de irresponsabilidad y omisión de parte de las autoridades correspondientes. Es por ellos, que a ti padre, madre, tutor, político, pastor, sacerdote, comunicador, youtuber, empresario, abogado y cualquier otro ciudadano cociente que lea estas líneas, te pregunto; Si no lucha la ADP, entonces ¿Quién?
Por: Robert Abreu Vargas, El autor es Licenciado en Educación Mención Ciencias Sociales y estudiante de la carrera Ciencias Políticas en la UASD-Recinto San Francisco de Macorís. Actualmente, se desempeña como docente en el sector público, nivel secundario.
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Fuente: santiagodigital.net