
«Donald Trump no ha tratado de disimular que los aranceles son mucho más que una herramienta para acabar con, en su opinión, el «abuso» de Estados Unidos por parte de los países de todo el mundo, así como para conducir a la primera potencia mundial a una «edad dorada». Las tasas comerciales son también un arma para imponer sus prioridades en política exterior: castigar a rivales, obtener concesiones, imponer acuerdos.El ejemplo más evidente ha sido el episodio del anuncio de arancelezo a Brasil : una tasa del 50% a sus exportaciones a EE.UU. de difícil justificación comercial . No solo porque los aranceles de Trump son en teoría «recíprocos» y EE.UU. goza de superávit comercial con el país sudamericano, que recibe más de 7.000 millones de dólares al año en productos y servicios estadounidenses respecto a los que envía hacia el norte. También porque el presidente de EE.UU. no ocultó que la motivación era política: la defensa del expresidente Jair Bolsonaro , un aliado de Trump.El multimillonario defendió que el tratamiento que Brasil está dando a su exmandatario -quien afronta juicios por un supuesto intento de golpe de Estado en 2022- es una «desgracia internacional» y que el arancel disparado contra las exportaciones brasileñas tiene que ver «en parte» con el «ataque insidioso de Brasil a las elecciones libres».Noticia Relacionada estandar Si Trump visita las inundaciones de Texas con el interrogante del futuro de su agencia de gestión de emergencias Javier Ansorena La visita llega entre críticas sobre la preparación de las autoridades locales para una situación de este tipo, después de que desecharan la instalación de un sistema de sirenas que podría haber alertado a las personas de la crecidaEste uso de los aranceles como arma política no es excepcional. Trump ya asomó la pata en este sentido en su primer mandato, cuando impuso tasas al acero y al aluminio con una justificación de «seguridad nacional». Pero, en el segundo mandato, no ha dejado de disparar con los aranceles .La primera víctima fue el presidente de Colombia, Gustavo Petro . Poco después de que Trump jurara su cargo y empezara a tratar de cumplir con sus promesas de deportaciones masivas de inmigrantes indocumentados, el mandatario colombiano aseguró que no permitiría el aterrizaje en su país de vuelos con expulsados. Trump le amenazó con aranceles y Petro dio marcha atrás de inmediato.Poco después, inició una guerra contra tres de sus grandes socios comerciales: sus dos vecinos – México y Canadá – y su gran rival, China . Buena parte de la justificación de Trump no tenía que ver con asuntos comerciales, sino con la entrada por las fronteras de inmigrantes indocumentados y fentanilo, el peligroso opiáceo que ha provocado una epidemia de sobredosis en EE.UU.Fentanilo e inmigraciónDe hecho, el fentanilo vuelve a ser una de las razones que el presidente de EE.UU. ha esgrimido esta semana para amenazar a Canadá con un arancel del 35% , en la última curva de las negociaciones entre los dos países, que no se resolverán hasta el mes que viene. Todo ello a pesar de que, el año pasado, solo 19 kilos de esta droga fueron interceptados en la frontera con Canadá , según los propios datos de EE.UU.La sombra de los aranceles ha sido también un elemento central en las negociaciones con los socios europeos de la OTAN sobre la elevación del gasto en defensa. La mejor prueba fue la amenaza con «aranceles dobles» de Trump a España , después de que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez , buscara aparentar con no cumplir el acuerdo común del 5% de gasto en defensa. Pero otros aliados de EE.UU. también han sufrido presiones similares. Japón y Corea del Sur, socios estratégicos en la región Asia-Pacífico, se han visto golpeados con una propuesta de aranceles del 25%, después de que Trump también les exigiera un gasto mayor en defensa.Este uso de los aranceles es un cambio de paradigma respecto a cómo ha funcionado el comercio global desde la Segunda Guerra Mundial, con EE.UU. como gran dominador económico. EE.UU. fue el principal impulsor del llamado Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio ( GATT , en sus siglas en inglés), rubricado en 1947 y que después heredó la Organización Mundial del Comercio ( OMC ). Una de sus líneas principales era que los aranceles no fueran utilizados como arma de las relaciones exteriores.Para Trump, eso no significa nada. El multimillonario neoyorquino ha defendido el uso de aranceles contra rivales económicos de EE.UU. desde la década de 1980, desde que tuvo presencia en la opinión pública como un joven empresario ambicioso del ladrillo de Nueva York. Entonces, exigía que se atizara con tasas a países que llenaban EE.UU. de importaciones tecnológicas, como Japón. Más tarde, los defendió para ir contra los grandes productores de petróleo. Y, en la campaña de regreso a la Casa Blanca, insistió una y otra vez que serían uno de los pilares de su segundo mandato.Trump también los ve como un arma económica mucho más conveniente que las sanciones, la herramienta habitual para castigar a los rivales. En lugar de medidas punitivas que impiden a EE.UU. hacer negocio con otros países, es más favorable imponer aranceles que siguen castigando a los otros países, pero que, a la vez, contribuyen a las arcas norteamericanas. El problema, como se ha comprobado desde Canadá a la Unión Europea , es que Trump utiliza los aranceles no contra enemigos, sino sobre todo para castigar a los amigos.
Fuente: abc.es