abril 29, 2025
En Canadá ganó la prosa: la derecha se hunde y la izquierda resiste a Trump

«Fue la noche en que en Canadá ganó la prosa y se hundió el fulgor, en que la promesa de una derecha regeneradora se evaporó, dejando paso a otro mandato de la izquierda tras una década de desgaste y una economía estancada.Mark Carney , banquero sin épica ni consignas , se alzó como el inesperado vencedor de unas elecciones federales marcadas por las amenazas de Donald Trump . Frente a él, Pierre Poilievre , joven, telegénico, disciplinado, que durante tres años recorrió Canadá con 180 mítines y una ambición meticulosamente construida, se desmoronó en apenas dos semanas. Ni siquiera logró conservar su escaño en Ottawa, que ocupaba desde 2004.El resultado, otro gobierno en minoría del Partido Liberal , no lo hubiera imaginado ni el más optimista entre sus filas. El ambiente en el TD Arena de Ottawa, donde se congregaron para celebrar la victoria, era más de incredulidad que de euforia. A las pocas horas del cierre de las urnas, quedaba claro: la hegemonía socialista seguiría otra legislatura pese a la inflación, el alza del coste de la vida, el aumento de la delincuencia, el desempleo y los escándalos de Justin Trudeau .Noticia Relacionada ELECCIONES EN CANADÁ estandar Si Mark Carney, el tecnócrata frío que se enfrenta a Trump David Alandete | Enviado especial a Ottawa (Canadá) Su llegada al poder no ha sido fruto de un carisma arrollador, del que carece, ni de una carrera política planeada, sino del azar de una crisis: el colapso de Trudeau y la amenaza de anexión de EE.UU.La clave de este resultado, además del factor Trump, fue Trudeau. Su retirada a tiempo, forzada por el desgaste y la impopularidad, permitió que un perfil tecnocrático como Carney retuviera al electorado progresista sin cargar con su legado, atrayendo además a un número crítico de centristas.A estos últimos les convenció el enfoque crudo del vencedor , que resumió su estrategia en sus últimos mítines: «Hay un dicho que dice que las campañas se hacen con poesía y luego se gobierna en prosa. Yo he hecho campaña en prosa y ahora voy a gobernar en econometría». Toda una advertencia, también a Trump, quien el mismo día de las elecciones volvió a agitar en las redes sociales la idea de anexionarse Canadá , hundiendo un poco más a una derecha que imitó su retórica y perdió el país.En su discurso triunfal, Carney, sereno pero firme, prometió reconstruir la economía tras el ajuste, marcó distancias con Trudeau, y concentró sus dardos en Trump. Lo nombró varias veces, bajo una lluvia de abucheos , como el adversario que había acabado desarmando a los conservadores.El mensaje más claro enviado desde Ottawa : «Cuando me siente con el presidente Trump, será para discutir el futuro económico y de seguridad entre dos naciones soberanas. Y será con pleno conocimiento de que tenemos muchas, muchas otras opciones además de Estados Unidos para construir nuestra prosperidad». Se acabaron las bromas, los apodos y las insinuaciones de sumisión. Se acabó aquello de llamar «gobernador» al primer ministro de Canadá.El mapa de las elecciones federales refleja una fractura geográfica clara. El oeste del país y las zonas rurales se mantuvieron fieles al Partido Conservador, que ganó amplias mayorías en Alberta, Saskatchewan y en distritos rurales de Manitoba y la Columbia Británica. Sin embargo, las grandes ciudades —Toronto, Ottawa, Montreal y Vancouver— se volcaron de forma decisiva hacia el Partido Liberal, impulsándolo hasta los 168 escaños, a apenas cuatro de la mayoría absoluta.Cae el independentismoLa otra gran víctima de la jornada fue el independentismo quebequés. El Bloc Québécois , que aspiraba a convertirse en árbitro del próximo gobierno, se hundió. Perdió terreno frente a los liberales incluso en sus bastiones tradicionales, quedándose en apenas 23 escaños y un 6,4% del voto. La apuesta por la unidad frente a las amenazas exteriores, encarnadas en las declaraciones de Trump, terminó por desplazar las tentaciones separatistas y reforzar la cohesión patriótica.Estas elecciones fueron, sobre todo, un plebiscito de patriotismo. Desde el arranque de la campaña, los eslóganes se confundían en mítines, carteles y redes sociales: «Canadá por delante», «Canadá primero», «Canadá ante todo». La bandera roja con la hoja de arce ondeaba como nunca en plazas, calles y estadios. Más que una votación sobre programas o candidatos, fue una movilización nacional contra una amenaza externa: el propio presidente de Estados Unidos.Trump, en sus intentos de agitar la campaña canadiense, propuso convertir a Canadá en el estado número 51 de la Unión , resucitando retóricas anexionistas que aquí se interpretaron como una humillación sin precedentes y sin explicación lógica. Sus ataques verbales y provocaciones públicas unieron a los votantes en una defensa cerrada de su soberanía. No solo entre el electorado progresista: incluso votantes moderados o conservadores vieron en Trump una amenaza mayor que cualquier diferencia interna.Poilievre llevaba años tratando de encarnar lo más atractivo de Trump sin Trump: bajar impuestos, recortar el gasto, cerrar medios públicos, reforzar las fronteras, reconocer solo dos géneros, acabar con las neologías medioambientales y de identidad. Llegó a gozar de una ventaja de 25 puntos sobre Trudeau, pero eso se evaporó en apenas dos semanas ante el temple de Carney, que venía de gestionar bancos, fondos y empresas, sin demasiadas ideologías ni aspavientos.La ira popular que alimentó esta elección no estaba dirigida a un programa político concreto, sino a algo más visceral: la sensación de que Ottawa era tratado peor desde Washington que Moscú, Pekín o Pionyang. Esa indignación cruzó partidos, generaciones y provincias. Y fue esa ola de orgullo herido la que decidió el resultado, y la que lanza un mensaje claro a los conservadores de todo el mundo: abrazarse a Trump puede acabar quemándolos.

Fuente: abc.es

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