
«No hace falta que se lo piensen mucho, parece que están destinados a ello. En su grupo de amigos, en el barrio, entre sus propias familias, sólo se habla de un tema: abandonar Marruecos e ir a Europa. Para la mayoría de los jóvenes marroquíes, cruzar al viejo continente se ha convertido en una obsesión. Ven los vídeos que otros jóvenes como ellos, que ya han llegado, suben a las redes sociales y quieren esa vida, sea real o solo una fantasía. Muchos desean irse a Francia, otros más al norte, pero la mayoría ve España como su destino final. «Todos soñamos con irnos de aquí» , dice Mohamed, un joven marroquí nacido en Tetuán y que con 15 años llegó a Ceuta escondido en los bajos de una furgoneta. La travesía hasta llegar a España para él no fue muy complicada. Sabía perfectamente qué tenía que hacer. «Es tener suerte, porque depende de si en el control te pillan o no, pero sabía lo que tenía que hacer». Estuvo trabajando como mecánico en su ciudad natal y en cuanto vio que una furgoneta Ford se dirigía hacia el control fronterizo supo que era su oportunidad: «Conocía muy bien los huecos que ese coche tenía y dónde podía esconderme». Lo hizo con la tranquilidad de saber que si todo iba bien, en pocas horas estaba en Europa y si no, lo podría volver a intentar de otra manera otro día. «Desde que eres pequeño oyes historias de quienes han cruzado. Te cuentan de dónde salir, a qué hora, lo que te espera al otro lado. Incluso los nombres de los monitores de los centros de acogida que son buenos y los que no», explica. Las redes sociales hacen su trabajo con estos jóvenes para multiplicar su deseo de cruzar, pero lo que realmente funciona es el boca a boca.Así también cruzaron Zakarías o Oussama. En sus barrios de Larache y Casablanca todos los días comentaban las hazañas de quienes, como ellos, habían puesto rumbo a España a través de Ceuta. Ahora muestran orgullosos sus permisos de residencia, hace tan solo un mes que han cumplido la mayoría de edad y pueden marcharse de Ceuta. Llegaron a nado desde Castillejos (Fnideq es el nombre oficial) hace siete meses. Los dos quieren irse a Cataluña a trabajar como barberos. Vienen también con los billetes del ferry: hoy lunes marcharán rumbo a la Península. Ahora pueden hacerlo porque ya son mayores de edad y por un año tendrán un permiso de trabajo. Sin embargo, si durante su minoría de edad hubieran coincidido con la aprobación del reparto de menores no acompañados aprobada hace unas semanas en el Congreso de los Diputados, no lo hubieran tenido tan fácil: Cataluña será la comunidad que menos menas reciban de los más de 4.000 que están en Canarias que se van a distribuir en la Península.Viviendo en la calle Más de 30.000 menores no acompañados viven en las calles de Marruecos, aunque las organizaciones aseguran que son muchos más I.GILCataluña, el lugar favoritoNo es algo que sorprenda. Cataluña y País Vasco son las comunidades más repetidas entre estos chicos cuando se les pregunta dónde quieren ir. «Saben que en el País Vasco les tratan mejor que en Algeciras, y que la mayoría quieren irse a Cataluña porque han oído que ahí hay más trabajo, no como en Andalucía», explica Fouad, asistente social marroquí que trabaja en una organización humanitaria en Marruecos. Asraf, por ejemplo, un chaval de 16 años quiere irse a Tarragona para jugar al fútbol. ¿Como Lamine? –le preguntamos– «Sí (ríe), como Yamal, es mi ídolo». Asraf, que también entró a nado desde Castillejos hace dos meses tendrá que esperar en el centro de acogida de La Esperanza de Ceuta a que su situación se regularice. La ciudad autónoma acoge a más de 500 menas lo que representa una sobreocupación del 400% en los centros de acogida, según el Gobierno autonómico. Esto supone que Ceuta acoge seis menores por cada mil habitantes, cuando la media nacional no alcanza el 0,001%.A estos chicos los ojos les brillan y las sonrisas les salen solas al preguntarles qué tal están aquí (en España). Aunque cruzar supone jugarse la vida: muchos han muerto ahogados al intentar entrar nadando, el conseguirlo es ya toda una victoria. La mayoría no lo consiguen, ni siquiera llegan a estar cerca. Otra vida Zakarias y Oussama enseñan felices sus permisos de residencia, ya en Ceuta. Abajo, Mohamed mira desde la playa del Tarajal, Marruecos, de donde salió nadando hace solo dos meses. Al a derecha, la diócesis de Tánger organiza clases para los chicos solos I.GILSu propia estrategiaCada uno tiene su propia estrategia y aunque cuando llegan al norte, rápidamente se unen a un grupo, el viaje lo suelen hacer solos. «Es habitual que estos niños abandonen su hogar durante una semana o más para quedarse allí y así aumentar sus oportunidades», explica Abdel, especializado en integración profesional y prevención de la emigración infantil en Tánger. Algunos vuelven a sus casas a descansar unos días, para más tarde volverlo a intentar, mientras que la inmensa mayoría no regresará jamás. En las ciudades norteñas de Marruecos, como Tánger, cientos de menores vagan por las calles esperando su oportunidad para salir del país. Llegan de todos los lugares de Marruecos, pero sobre todo, según las organizaciones humanitarias, de las provincias del sur y de las zonas rurales. Aquí el terremoto que asoló la provincia de Marrakesh en septiembre de hace dos años y la falta de agua en las zonas agrícolas ha empujado a muchos jóvenes a buscar una salida. «El objetivo, antes que llegar a España es llegar a Tánger, para los que cruzan a Ceuta, o Nador los que van por Melilla», explica Silvia Dall´o, responsable del Proyecto Faro de la diócesis de Tánger. Este proyecto se centra en sacar de la exclusión y de la pobreza a estos menores, y darles las herramientas básicas para que puedan salir adelante. Los chicos, una vez que alcanzan ciudades como Tánger, después de una dura travesía, piensan que ya está casi hecho, que están cerca del objetivo. Y tienen razón, están al lado, a tan solo 14 kilómetros. Desde la costa de Tánger se ve con claridad las costas de Cádiz y sentados en los miradores de la ciudad marroquí, estos chicos fantasean con su llegada al otro lado.Un búnkerAlgunos optan por instalarse en gasolineras a lo largo de la autopista, donde los camiones de mercancías cargan combustible camino del inmenso puerto de Tánger Med. Situado a 40 kilómetros al norte de la ciudad, uno de los principales puntos de paso y bautizado como ‘el Rey del Mediterráneo’. Es esta megaconstrucción donde los chicos son conscientes de que pasar al otro lado no va a ser tan sencillo. El puerto, convertido «en un búnker», es un lugar de casi imposible acceso. Militarizado, las primeras vallas que restringen el paso se encuentran ya a varios kilómetros antes de llegar siquiera a ver el puerto. Eso hace que los chavales vuelvan a la ciudad a esperar otra oportunidad de salir de Marruecos, pero cuando ven que se complica la situación caen con facilidad en los círculos más oscuros y sórdidos: drogas, abusos sexuales, prostitución y violencia. «Marruecos psicológicamente se ha convertido en una cárcel para estos jóvenes», explica un trabajador de una asociación de protección de los menores. Prefiere no dar su nombre porque el asunto es delicado y al reino alauí no le gusta que se hable de este tema. «Por un lado, está la inmensidad del mar y el océano, por otro, la frontera con Argelia, un país con el que Marruecos está enfrentado y al sur, más pobreza, eso hace que quieran huir de aquí». Sin embargo, la mayoría pasa meses, incluso años, esperando una oportunidad para seguir adelante. Meses durmiendo en las calles, mendigando algunas monedas para comer, muriendo de frío por las noches y sobre todo, muriendo de miedo. Con el rostro marcado por la falta de sueño y la ropa sucia por las noches pasadas sobre el asfalto, estos jóvenes, muchos de ellos solo niños que no llegan ni a los 12 años, venden pañuelos en los semáforos para subsistir. «Entran en mafias que los controlan para que hagan ventas ambulantes. También les sirven para el tráfico de drogas y en los peores casos, para la explotación sexual», explican desde las asociaciones. Según datos del Ministerio de Familia de Marruecos, hay al menos 30.000 menores no acompañados por todo el país, la gran mayoría en la zona norte. Las organizaciones los cifran en mucho más. «No podemos decir un número exacto pero la sensación es que son muchísimos más», aseguran desde las asociaciones. Violencia y pobrezaLas razones por las que miles de niños deciden irse de casa acaban siempre en la misma explicación: la violencia y la pobreza. Todos ellos huyeron o fueron expulsados de sus hogares después de una tragedia: el maltrato, la muerte de uno o ambos padres, el divorcio, la pobreza extrema. «Hay un gran problema en Marruecos con la violencia en las casas. Muchos sufren abandono de sus propios padres que los echan de los hogares; otros son víctimas de malos tratos…», explica Dall´o. «Son niños analfabetos, la mayoría han sido abusados y, tristemente, se enfrentan a la adicción a los disolventes». Esta adicción se ha convertido en el principal problema entre los niños solos. Estos menores son en su inmensa mayoría chicos. Para las niñas, las familias tienen preparada otro tipo de condena: o las casan o se van a trabajar a otras casas. Muchas son las asociaciones y grupos que trabajan con estos chicos para intentar sacarlos de las calles. Es el caso de la archidiócesis de Tánger, con su proyecto de El Faro, ya ha conseguido acoger a una docena en una casa y ayudar a casi 50 a aprender las cosas básicas. Quienes imparten estas clases y actúan básicamente de padres de estos chicos, pasaron por el mismo proceso que ellos: huyeron de sus casas, algunos cruzaron a España, otros cayeron en la droga y ahora, intentan enseñar los menores que hay una salida.La situación de los menores en Marruecos no es nueva. Quien mejor lo documentó fue Mohammed Chukri en su autobiografía ‘El pan desnudo’. Una obra muy controvertida en la época y publicada en 1972, que describía la miseria y la sordidez a la que muchos menores estaban abocados en el país del Magreb.«Marruecos demuestra que no nos quiere», dice dolido Mohamed, «no hace nada por nosotros y por eso todo el mundo se quiere ir, pero Europa tampoco es garantía de éxito, ahí también se sufre».
Fuente: abc.es