
«La semana pasada fue el discurso sobre el Estado de la Unión que cada año da el presidente de EE.UU. No quedó claro el estado de la primera potencia mundial, en un mar de hipérbole de Donald Trump . Pero aquella noche sí que quedó en evidencia, al menos, la situación de la oposición, del Partido Demócrata. ‘Non è buona’, hubiera cantado Adriano Celentano . Los demócratas se perdieron en protestas desordenadas, deshilvanadas y, con probabilidad, contraproducentes. Después, se criticaron los unos a los otros por lo ocurrido.Los demócratas salieron de la elección del pasado noviembre sin dientes. Perdieron la Casa Blanca y el Senado y no lograron recuperar la Cámara de Representantes. Lo ocurrido en el discurso del Estado de la Unión fue la representación de que el partido está sin rumbo, sin protagonismo y sin líderes.En esa noche se mostraron dos bloques: los republicanos, más alineados que nunca con Trump, que no ha dejado un solo díscolo con poder real. Y los demócratas, desunidos en su intento de hacer frente a Trump.Noticia Relacionada estandar Si Trump presiona al Kremlin entregándole armas a Zelenski David Alandete | Corresponsal en Washington El presidente de EE.UU. dice que está al 80% de conseguir un acuerdo de pazEstaban, por un lado, los que llevaban una especie de palas de playa –ridiculizadas por muchos– con mensajes contra Trump (o contra Elon Musk ). Por otro, las legisladoras que optaron por la protesta clásica femenina de vestirse de rosa. Más allá, un diputado – Al Green, de Texas – que se desmarcó con gritos contra Trump hasta que le echaron. Antes, otra compañera sacó un cartel que decía «Esto no es normal» al paso de Trump hacia la tribuna (y no le faltaba razón, en muchos sentidos).Fue una respuesta caótica, muy criticada después desde dentro, que solo evidenciaba la división sobre cómo debe ser la llamada ‘resistencia’ a Trump.Hace ocho años, en el inicio del primer mandato del multimillonario neoyorquino, fue muy diferente. Los demócratas llenaron las calles. Se recuerdan manifestaciones históricas en el fin de semana de su investidura. Fue una oposición constante en todos los frentes, que se reactivó con fuerza en las protestas por el asesinato de George Floyd al final de aquel mandato.Ahora la energía es mucho menor y ha calado la resignación. En parte, porque en 2017 muchos consideraban a Trump una anomalía populista. En su victoria del pasado noviembre, aunque fuera por una diferencia escasa, ganó el voto popular (cosa que no hizo en su primera elección), lo que le da una legitimidad incluso mayor. Y lo hizo con un programa agresivo –que está cumpliendo–, con promesas vindicativas –que está cumpliendo– e imputado en cuatro causas criminales.Muchas almasEn el Partido Demócrata siempre han convivido diferentes almas. Están los izquierdistas populistas, que comparten en parte el mensaje económico proteccionista de Trump. También la nueva izquierda, muy centrada en una ideología identitaria que se ha demostrado desapegada de la mayoría de los votantes. Y las ramas moderadas, con menos capacidad de movilización popular.El problema para los demócratas no es que esas facciones existan –es imposible que no las haya en un sistema política de dos partidos–, sino que no están encontrando una estrategia común frente a Trump. Algunos han elegido la vía del combate continuo, una reedición de esa estrategia de 2017. «Mi postura es que tenemos que pelear cada día», explicó recientemente el senador Chris Murphy , referente de una postura a la que se adhiere buena parte del sector izquierdista. «Tenemos que ir a la ofensiva 24 horas al día, siete días a la semana».Otros consideran que eso no funciona, que hay que centrarse en algunos mensajes y atacar por los flancos más impopulares de Trump. Por ejemplo, el caos y los despidos en el sector público. O su incapacidad de atajar la inflación, como prometió, con el precio de los huevos como gran protagonista; o incluso su capacidad de empeorarla, por los efectos que pueden tener sus guerras comerciales en los precios.Otros optan por un perfil más colaborador con Trump. Lo hacen, en especial, algunos gobernadores demócratas –como Gretchen Whitmer , de Míchigan, que ha celebrado esta semana una reunión «productiva» con Trump–, obligados a llegar a entendimientos con el Gobierno federal. Pero también es una manera de mostrar capacidad de trabajar por un interés ciudadano y no político. Y un reconocimiento de que hay propuestas de Trump muy populares que no se pueden obviar.El último ciclo electoral –la debacle de Joe Biden , la sucesión forzada y poco convincente de Kamala Harris , el triunfo contundente de Trump, las acusaciones cruzadas entre moderados e izquierdistas sobre el porqué de la derrota– ha dejado a los demócratas descolocados. En una encuesta de mediados del mes pasado, el 65% de los estadounidenses estaba de acuerdo con esta afirmación: «Ya nadie tiene ni idea de qué defiende el Partido Demócrata, más allá de oponerse a Donald Trump ».Mientras se aclaran en su estrategia y mensaje, lo único que pueden tener a favor a corto plazo es al propio Trump. El multimillonario neoyorquino ha convertido las primeras semanas de su segundo mandato en un ejercicio frenético del poder ejecutivo que tiene a la oposición y a la opinión pública sobrepasados. Es la estrategia conocida como ‘flood the zone’, ‘inundar la zona’ con tantos anuncios, órdenes ejecutivas o declaraciones escandalosas que saturan la atención y es imposible dar respuesta a todo.La ventaja para los demócratas de esa actividad avasalladora es que abre la posibilidad del fallo. El camino más directo para ganar terreno en las elecciones legislativas de noviembre de 2026 es capitalizar los resbalones que dé Trump. Es algo que ya ocurrió en 2018, a mitad de su primer mandato, cuando los demócratas recuperaron la mayoría en la Cámara, además de varios puestos de gobernador y mayorías en asambleas legislativas estatales.Nadie al mandoHace unos días, en una entrevista en CNN, le preguntaron a Tim Walz , gobernador de Minnesota y candidato frustrado a la vicepresidencia con Harris, quién es el líder del partido ahora mismo. Walz dudó. «Yo diría que, ahora mismo, los votantes», se escabulló con retórica. Le insistieron. «Yo veo a muchos» y mencionó, sin dar nombres a «miembros del Congreso», «senadores estatales», «líderes sindicales»… Le tuvieron que preguntar de forma específica por Harris para que mencionara, por fin, a la exvicepresidenta como posible líder en el futuro: «Ciertamente, creo que podría serlo», dijo.Que a su propio compañero de ‘ticket presidencial’ le cueste mencionar a Harris como figura para liderar el partido dice mucho de la ascendencia de la última candidata demócrata a la presidencia.Por orden: Gavin Newsom (California), Josh Saphiro (Pensilvania), Wes Moore (Maryland), J.B. Pritzker (Illinois), Gretchen Whitmer (Míchigan), Pete Buttigieg, Elissa Slotkin, Chris Murphy EFE, AFP y ABCDe momento, no hay figuras ilusionantes, prestigiosas y bien conocidas que estén liderando la respuesta del partido. No lo son sus líderes en el Congreso, Hakeem Jeffries y Charles Schumer , desde sus posiciones como líderes de las minorías demócratas en la Cámara de Representantes y en el Senado, respectivamente.Pero tampoco hay figuras que hayan emergido con fuerza para aglutinar al partido y, al mismo tiempo, posicionarse para las presidenciales de 2028 como alternativa al ‘trumpismo’, ya venga en forma de un heredero de Trump o de un improbable –de momento, inconstitucional– tercer mandato del actual presidente. Esa es una consecuencia, en parte, de que Harris heredó la candidatura que abandonó Biden y de que no se celebraron unas primarias convencionales y disputadas.Siempre hay muchos nombres en las quinielas. Están los gobernadores Gavin Newsom (California), Josh Shapiro (Pensilvania), Wes Moore (Maryland), J.B. Pritzker (Illinois) o la propia Whitmer, de Míchigan. También figuras como el exsecretario de Transportes Pete Buttigieg o los senadores Elissa Slotkin –figura emergente, ella fue quien dio el discurso oficial de respuesta a Trump–, Raphael Warnock y Chris Murhpy , una de las pocas opciones izquierdistas que ofrece este grupo. Pero a todos les une una cosa: están muy lejos de erigirse como alternativa.
Fuente: abc.es